El sueño de Sagan

El sueño de Sagan

 

      “Desde una altitud de pocos cientos de kilómetros, la Tierra ocupa la mitad de nuestro cielo, y la franja azul que se extiende desde Mindanao hasta Bombay, que nuestros ojos pueden abarcar de una sola mirada, conmueve por su infinita belleza. Ése es mi mundo, piensa uno. Es el lugar de donde provengo, donde se encuentran todas las personas que conozco; allí es donde me crié, bajo ese exquisito e inexorable azul.

 

      Podemos desplazarnos hacia el este, de horizonte a horizonte, de amanecer a amanecer, y rodear el planeta en una hora y media. Al cabo de un tiempo llegaríamos a conocerlo plenamente, con todos sus rasgos típicos y sus anomalías. Es tanto lo que puede observarse a simple vista. Pronto aparecerá de nuevo Florida. La tormenta tropical que vimos abalanzarse sobre el Caribe, ¿habrá llegado a Fort Lauderdale? Alguna de las montañas del Hindu-Kush, ¿estará sin nieve este verano? Son dignos de admiración los acantilados color aguamarina del Mar de Coral. Contemplamos los hielos flotantes del Antártico Sur y nos preguntamos si, en caso de desplomarse, llegarían a inundar todas las ciudades costeras del planeta.

 

      De día, sin embargo, cuesta advertir signos de la presencia humana; pero por la noche, salvo la aurora polar, todo lo que se ve es obra del hombre. Esa faja de luz es la zona este de Norteamérica, un brillo continuo desde Boston hasta Washington, una megalópolis de hecho ya que no de nombre. Más allá se advierte la quema de gas natural, en Libia. Las relucientes luces de los buques japoneses para la pesca del camarón se han trasladado al Mar de China Meridional. En cada órbita, la Tierra nos cuenta nuevas historias. Es posible ver una erupción volcánica en Kamchatka, una tormenta de arena del Sahara que se aproxima al Brasil, un clima incomprensiblemente gélido en Nueva Zelanda. Entonces, empezamos a considerar a la Tierra como un organismo, un ser viviente. Nos preocupamos por él, le tenemos cariño, le deseamos lo mejor. Las fronteras nacionales son tan invisibles como los meridianos de longitud, como el trópico de Cáncer o el de Capricornio. Las fronteras son arbitrarias; el planeta es real.”

 

      Tengo pocas debilidades: mi perra, los donuts y… Carl Sagan. No creo ser muy original y pienso que cualquiera que lea algo como lo que acabamos de ver caerá rendido ante la evidencia de las ideas y la belleza de las palabras. La ciencia no está reñida con la poesía y me atrevería a decir que no hay disciplina científica que no esconda un fondo que nos conmueva profundamente. Lástima que no siempre haya un Carl Sagan que nos lo muestre.

 

      La cita es de la novela “Contacto” que fue escrita allá por 1985 y que incluso ha sido llevada al cine en una película del mismo nombre protagonizada por Jodie Foster, otra de mis debilidades que no he querido reconocer antes para que mi perra no se ponga celosa. Sagan no podía evitar ser como era y su peculiar forma de pensar se ve reflejada en cualquier cosa que escribiera o tema que tratara. De hecho, la novela trata sobre el proyecto SETI del que él mismo fue promotor.

 

      No voy a contar el argumento por si alguien se anima a darle un repaso al libro. Además, en breve, la novela será convenientemente tratada en nuestro apartado de Biblioteca para darle un punto de frescura a una sección que normalmente se mueve por terrenos arduos o técnicos. Sin embargo no quería dejar pasar la ocasión de compartir este momento de especial intimidad que supone leer estas líneas y, de paso, recordarle al mundo la fragilidad de la condición humana y la inutilidad de “ponerle puertas al planeta”. La economía, la política, la religión y la ideología se encargan, día a día, de reforzar esas fronteras que solo existen en la perversa mente del hombre porque, como hemos visto, a unos pocos cientos de kilómetros de altura existe un solo planeta y una sola especie humana.

~ por perseidas en 16 septiembre 2009.

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